martes, 6 de abril de 2010

El adepto de la Reina


Novela de Rodolfo Martínez con varias sorpresas.

La primera, encontrarme con un obvio homenaje a James Bond, personaje del que nunca he sido muy aficionado* (claro, solo tengo una aproximación cinematografica, nunca he leído nada de Flemming). Pero ¿eran necesarias referencias tan evidentes como un agente secreto llamado Brandan o Qérlex, el inventor de armas y artilugios estrambóticos, todos fieles empleados al servicio de Su Majestad en un nación isleña que mira con desprecio a sus antiguas colonias en occidente (capital Washyoria por cierto), que luchan subterráneamente en una guerra fría mientras se mantiene un precario equilibrio de poder apoyado por armas de destrucción masiva? Las similitudes son tan obvias que al principio me causaron rechazo.

Lo cierto es que las historias de Bond, llenas de exageraciones, imposibilidades, exabruptos, dados cargados a favor del protagonista y mentiras por el pecho funcionan mejor en un mundo de espada y hechicería, pero acá viene la segunda sorpresa:

Las semejanzas terminan en los primeros capítulos, Brandan es un personaje bastante amoral, despiadado, en algunos momentos hasta cruel, que en poco se parece al Bond original. El mundo que nos describe Martínez, Érvinder, es un mundo de fantasía pero con una magia producida pero unos misteriosos "mensajeros" (que recuerdan mucho a nano máquinas) y son la base de toda la tecnología y que además le otorgan a este agente sus poderes excepcionales.

Y a partir de este momento la verdad es que engancha, quizá haya cierta dificultad en sentir simpatía por un protagonista que es capaz de asesinar inocentes para salvarse, pero la trama avanza y cuando pareciera que nos encontramos en una típica historia de agentes secretos buscando la súper arma un nuevo giro nos embarca en la búsqueda de Brandan de la razón de sus poderes, en descubrir quienes son los que se encuentran detrás de la conspiración y el origen de esos mensajeros razón de ser de esta exótica civilización.

Lo peor de todo (o lo mejor) es que muchas cosas quedan pendientes así que seguro visitaremos nuevamente el mundo de Érvinder.


(*) Se salvan las primeras películas, pero es que Connery siempre fue demasiado Connery.