viernes, 20 de febrero de 2009

Del gentilicio en las pastelerias

Cuando alguien visita un Starbuck's, ese templo a la fabricación en serie del café que se han regado por todo el mundo, rápidamente nos podemos dar cuenta de que quizá los gringos no sepan mucho de hacer café pero por lo menos son eficientes.

Compras en la caja, seleccionas el café de una tabla grandota con los precios, escoges un dulce de la vitrina (donde todos tienen nombre y precio y no tienes que estar preguntando ¿De que son los pastelitos? Deme una torta amarilla de esas de atrás...no, esa no, la otra), este dulce te lo da el mismo de la caja en una bolsa, no importa si es para llevar o comer en el sitio, te despachan el café en otro lugar por tu nombre pero el azúcar, la canela y todas las otras pendejadas que uno le agrega se encuentran en otra mesa bien alejada para que no te quedes bien atravesado mientras le entregan su café a otra persona.

Parece un sistema lógico ¿verdad? pero ¿qué carajo pasa con las pastelerías nacionales que tienen que hacer todo lo contrario? ¿Por qué nada tiene nombre ni precio? ¿Por qué el sitio donde se hacen los despachos es muchas veces el mismo sitio donde la gente ordena siguiendo la Ley de la Selva?

Pero el máximo, la muestra cumbre, el no hay más en desorganización organizada es la pastelería Danubio; ¿Por qué si llaman por número la pantalla de los mismos se encuentra en la pared opuesta? ¿Por qué el que toma el pedido no es el mismo que lo despacha (o lo despacha a medias) generando confusiones y retrasos? ¿Por qué el sitio donde entregan todo es un minúsculo estante donde la gente debe pisotearse? ¿Por que tienes que jalarle bolas a los empleados para que completen el pedido antes de que el café se convierta en un brebaje helado aguardando en la bandeja? ¿Por qué lo que debería un breve momento de relax se convierte en otro momento de stress y tensión? ¿Por qué el dueño-administrador-gerente no intenta mejorar algo que a simple vista es un desastre? ¿Nuevamente la Ley del Menor Esfuerzo?

Claro, debemos considerar que la Danubio es un sitio donde una ensalada de aguacate, huevo, salmón ahumado y queso crema se llama "Mediterránea" y teniendo más de 50 mesas solo tienen un baño miniatura, supongo que son algo así como una pequeña muestra del territorio de lo absurdo en Caracas.

martes, 17 de febrero de 2009

El hada Carabina


La fée carabine
Daniel Pennac, 1987
Editorial DeBOLS!LLO, 2006
Traductor: Manuel Serrat Crespo


Yo he perdido los estribos, me pongo por completo en las manos de ese tipo al que sólo he visto dos veces en mi vida: el año pasado, cuando le llevamos a Jérémy hecho picadillo y asado como un pollo, y el día de la muerte de Verdún. Pero así es la vida: si encuentran a un ser humano en la multitud, síganlo ... síganlo


Mucho mas oscuro que la entrega anterior, en El hada Carabina mientras la "Tía Julia", el amor de Benjamin, se dedica a investigar un caso de tráfico de drogas entre jubilados de la tercera edad (con el extra de dejar a unos cuantos de estos ancianos en plan de desintoxicación en casa de la familia Malaussène) un degollador de ancianas sacude al barrio de Belleville y tiene a la policía vigilando las calles de incógnito. Por supuesto, todos los hilos de esta historia convergirán en el sospechoso número 1, Benjamin Malaussène.

Al contrario del primer libro, en este el peso recaerá sobre el agente Pastor, un policía con cara de niño, hijito de mamá con su jersey tejido a mano, pero capaz de arrancar una confesión a cualquiera con un método secreto al parecer infalible, y Thian, un viejo inspector a punto de jubilarse, hijo de vietnamita y francesa, y afectado por un montón de dolores imaginarios y con una extraordinaria puntería. Ven a Benjamin, su familia y a sus amigos como degolladores de ancianas y traficantes de anfetaminas en el barrio. Ambos policías deberán enfrentarse a su pasado y de alguna forma intentarán superarlo gracias a esa familia de locos que es clan Malaussène.

Historia que se mueve entre dementes asesinos, crueles y prejuiciosos policías, familias disfuncionales y oscuras manipulaciones inmobiliarias, ahora si mucho más cercana a la novela negra. Nuevamente la corrupción política que invade todo y la destrucción de la familia por la ambición desmedida.

Va bastante bien el señor Pennac.

sábado, 14 de febrero de 2009

La felicidad de los ogros


Au bonbeur des ogres
Daniel Pennac, 1985
Editorial DeBOLS!LLO, 2006
Traductor: Manuel Serrat Crespo


Benjamin Malaussène es el hermano mayor y cabeza del clan Malaussène, una pintoresca familia en el multiétnico barrio de Bellevile en París. Responsable por esa escalera de sus cinco hermanos menores, todos de un padre distinto, Ben trabaja como "chivo expiatorio" en una enorme tienda por departamentos. Su función es recibir la bronca por parte del departamento de reclamos como "encargado" de control de calidad de los productos vendidos hasta que el cliente sienta lástima y se olvide de la indemnización.

Todo ira bien (lo bien que se puede esperar de este tipo de trabajo) hasta que una serie de atentados con bombas en el almacén con Benjamin como principal sospechoso pondrán las cosas complicadas para un persona que, al lidiar diariamente con sus extraños hermanos y un perro epiléptico, ya las tiene suficientemente complicadas.

Muy agradable descubrimiento de esta novela policial muy alejada de lo que normalmente se encuentra en el género. Pennac asume la voz de Benjamin y nos narra en primera persona su forma de ver el mundo, un mundo lleno de desgraciados jodedores que les encanta joderle la vida a los demás, donde los pobres de a pie desconfían de un sistema donde ellos son, por defecto, los sospechosos habituales. Ante ese sistema del que desconfía, Benjamin preferirá resolver el problema por sus propios medios, atacando a ese monstruo depredador con sus propias herramientas y con la ayuda de lo que hace agradable la vida; las personas que te quieren.

Curiosa mezcla de novela policial, novela negra e historia costumbrista en el París de las callecitas.

Muy recomendable (más allá de una traducción demasiado castiza llena de lo que supongo términos coloquiales españoles que ni en el diccionario aparecen), actualmente devorando su continuación; El hada Carabina.
Manejando cifras, me revela las economías que he logrado para el Almacén en sólo quince días. Apreciables.
-Pero hay algo que me preocupa, señor Malaussene. ¿Cuál es su secreto para llevar a cabo con tanta perfección una tarea tan ingrata? ¿Alguna filosofía personal?
-El salario, jefe, la filosofía del buen salario.

viernes, 6 de febrero de 2009

Entre esos tipos y yo

...hay algo personal.

Todo un clásico de Joan Manuel Serrat, sobre ciertos individuos a los que les encanta vivir "rodeados de seguridad, con autos blindados, coleccionando listas negras y arsenales en el nombre de la paz".

Pueden pasar los años pero solo cambian los nombres. Una canción sin desperdicio, tristemente vigente. Creo que podría comparar cada verso con nuestros geniales dirigentes y su maravillosa forma de avanzar hacia "la suprema felicidad social" pero es tan obvio que paso.



Probablemente en su pueblo se les recordará
como cachorros de buenas personas,
que hurtaban flores para regalar a su mamá
y daban de comer a las palomas.

Probablemente que todo eso debe ser verdad,
aunque es más turbio cómo y de qué manera
llegaron esos individuos a ser lo que son
ni a quién sirven cuando alzan las banderas.

Hombres de paja que usan la colonia y el honor
para ocultar oscuras intenciones:
tienen doble vida, son sicarios del mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad,
viajan de incógnito en autos blindados
a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad,
a colgar en las escuelas su retrato.

Se gastan más de lo que tienen en coleccionar
espías, listas negras y arsenales;
resulta bochornoso verles fanfarronear
a ver quién es el que la tiene más grande.

Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la culpa es del otro si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Y como quien en la cosa, nada tiene que perder.
Pulsan la alarma y rompen las promesas
y en nombre de quien no tienen el gusto de conocer
nos ponen la pistola en la cabeza.

Se agarran de los pelos, pero para no ensuciar
van a cagar a casa de otra gente
y experimentan nuevos métodos de masacrar,
sofisticados y a la vez convincentes.

No conocen ni a su padre cuando pierden el control,
ni recuerdan que en el mundo hay niños.
Nos niegan a todos el pan y la sal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Pero, eso sí, los sicarios no pierden ocasión
de declarar públicamente su empeño
en propiciar un diálogo de franca distensión
que les permita hallar un marco previo

que garantice unas premisas mínimas
que faciliten crear los resortes
que impulsen un punto de partida sólido y capaz
de este a oeste y de sur a norte,

donde establecer las bases de un tratado de amistad
que contribuya a poner los cimientos
de una plataforma donde edificar
un hermoso futuro de amor y paz.

lunes, 2 de febrero de 2009

Sombras sobre Baker Street


Shadows over Baker Street, 2003
Steven-Elliot Altaman, Elizabeth Bear, Poppy Z. Brite, Simon Clark, David Fergunson, Paul Finch, Neil Gaiman, Barbara Hambly, Caitlin r. Kiernan, Tim Lebbon, James Lowder, Richard A. Lupoff, Patricia Lee Macomber, F. Gwynplaine McIntyre, John Pelan, Steve Perry, Michael Reaves, Brian Stableford, John P. Vourtis y Davis Niall Wilson
Editorial La Factoría de Ideas, 2006
Traductor: Paz Fernández y Xesta Cabrera


Dieciocho historias enmarcadas en esta curiosa mezcla de universos; el racional mundo de Sherlock Holmes enfrentado a la demencia y oscuridad de los Primigenios de H. P. Lovecraft ¿Que pasaría en el caso de que la lógica de Holmes se viera enfrentada a ese mundo que se encuentra más allá de la comprensión humana, en el vacío y locura descritos en el abominable Necronominón?

Veinte autores se encargan, con diverso éxito, de acercar estos mundos en esta antología que se extiende desde los terribles recuerdos de Watson durante su servicio en Afganistán antes de conocer a Holmes hasta un último viaje en compañía de Moriarty a un infierno peor que el de las trincheras de la Gran Guerra bien entrado el siglo XX.

A destacar, en mi opinión, el cuento que abre la antología: Neil Gaiman y su Estudio en esmeralda con el que nos lleva un mundo donde los Primigenios despertaron y constituyen una sádica y cruel nobleza que rige los destinos de los seres humanos, idea estupenda que casi espera uno ver desarrollada en una novela larga.

Obviamente, el cadáver no es el de un simple hombre; el color de la sangre, el número de extremidades, los ojos, la posición del rostro...Todas estas cosas hablan de sangre real.

Y Las máscaras sollozantes de James Lowder, una extraña peste azota a un pueblo en Afganistán y Watson debe enfrentarse a los terribles servidores de unos malvados dioses. Creo que debe ser la que mejor se acerca a esa oscuridad, crueldad y decadencia repugnante con la que Lovecraft impregnaba sus historias.

Unas voces poco acostumbradas a hablar se unieron a la plegaria, hasta que la cámara se llenó de un espantoso alarido, parecido a los gritos proferidos por los ahogados desde el fondo de un lago

Ninguna historia defrauda (aunque hay unas bastantes flojas), en conjunto un aprobado para una recopilación en la que se echa de menos una breve reseña de los distintos autores, la mayoría completamente desconocidos para mi.